martes, 11 de mayo de 2010

EL SOMBRERO MÁGICO


Habia una vez un hombre solitario y triste, que íba vendiendo sombreros por las calles.
Recorría los pueblos en un carromato tirado por una vieja mula, por compañero llevaba a su amigo inseparable, Caco, su perro, una mezcla entre mastín y pastor alemán.
Su vida era muy triste, pues apenas le compraban sombreros, a pesar de ser hechos con sus propias manos.
Había dias que después de andar bastantes kilometros, y llegar cansados a un pueblo...apenas si vendían un sombrero en todo el dia, con lo cuál no sacaban ni para comer.
Pasaban un hambre atróz, el perro más que un perro grande y fuerte parecía un galgo, delgado, escuálido, marcándosele las costillas.

Dormían en el propio carromato por no disponer de medios para pasar la noche en un hostal, nisiquiera en una mugrienta pensión.

Un dia, Manuel que era como se llamaba nuestro protagonista, despertó con fiebre...débil...y sin fuerzas para siquiera ponerse en pie.
Caco, presentía lo que estaba pasándole a su amo. Él al menos rebuscaba en la basura y por el suelo siempre encontraba algo, pero su amo buscaba y buscaba y poco encontraba, el hambre estaba haciendo mella en él.

Intentó hacer espacio en el carromato, para poder estar mas cómodo, y al mover todos los sombreros para ponerlos en una esquina, decidió coger uno de fieltro, para que le calentara un poco la cabeza, pues el frio que tenía le estaba dejando helado.
Al colocarse en la cabeza el sombrero, sintió algo extraño. Se lo quitó, lo miró y se lo volvió a colocar, era increíble, pero era cierto.

Cuando llevaba unos minutos con él puesto, empezó a sentír una mejoría bastante notable, y no solo eso, tan bien se sentía, y animado, que sacó los sombreros para ponerse a vender, algo le decía que ese día tendría suerte. Se sentía con fuerzas, así de repente.

Apenas llevaba cinco minutos en la plaza del pueblo, cuando se aproximaron dos caballeros, dispuestos a comprarle dos sombreros.
Al poco rato empezó a acercarse mas gente interesados por sus bellos sombreros hechos artesanalmente, Manuel no daba crédito a lo que veía.
Caco movía el rabo, presentía que ese dia comería como Dios manda.

De todos los sombreos que sacó no quedó ninguno.
Con lo que recaudaron, se fueron a la mejor casa de comidas del pueblo, y allí en la terraza se comió junto a su gran amigo una buena pierna de cordero con sus respectivas patatas...ensalada... y entre plato y plato pedía alguna cosilla mas.
No podia creerlo, como podía ser que en tan poco tiempo lo que le había costado otras veces vender en meses lo hubiera vendido en menos de una hora?

Se quitó el sombrero, y lo dejó sobre la mesa.
En ese momento empezó a sentír un dolor en el pecho, molestándole al respirar, cogió el sombrero para ponerse en pie e irse, y cedió por completo.
Fue cuando se dió cuenta realmente que el sombrero era mágico.
Sin querer perderlo de vista, buscaron una habitación en una pensión y allí, se puso a observar el sombrero, para ver que tenía de especial, ya que lo había creado como todos.

Miró dentro y vio algo que antes no había visto, en una esquina del forro, había escrito algo.
"Este pedazo de tela perteneció a la túnica de Merlín, y aquél que sea su portador verá cumplidos sus deseos."
Manuel quedó paralizado ante aquellas palabras, pero quiso comprobar si era cierto, y deseó profundamente, tener un hogar, una familia que le quisiera.

A la mañana siguiente, se levantó, se aseó y afeitó, y después de un buen desayuno para coger fuerzas para afrontar el día, salió en busca del carromato que había dejado la noche anterior a las puertas de la pensión.
Su sorpresa fue mayúscula cuando en vez del carromato, en su lugar le esperaba un hermoso coche familiar, y dentro una bella mujer, y dos crios que le llamaban.
_ ¡Papá venga que llegamos tarde a casa de los abuelos!.
Manuel no podía creerlo, tenia una familia...lo que siempre deseó en la vida.
Subió al coche, junto a su amigo Caco, que fue recibido por los niños como si siempre hubiera estado con ellos.

Manuel no podía creer lo que estaba viviendo, ya nunca más estaría sólo, y no solo eso, sino que tenía una preciosa familia.
El sombrerero jamás se separó del sombrero mágico, y su vida fue muy dichosa junto a su familia, su amigo Caco, y el secreto que ambos compartían.

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